A lo largo del tiempo han aparecido muchas opciones “tentadoras” para perder peso rápido. Es común escuchar de ellas cuando se va acercando el verano. Seguro -y lastimosamente- continuarán habiendo otras.
Sin embargo, es importante darnos cuenta de qué sucede al seguir estas opciones.
Las dietas extremas que logran una pérdida de peso rápida tienen un mayor riesgo de que el peso perdido sea músculo y no grasa. Perder músculo es algo que no nos va a convenir, ya que, al contrario, contra mayor sea tu masa muscular más eficiente somos con el uso de grasa almacenada como fuente de energía; por lo cual logramos “quemarla”.
“Funcionan” porque son muy limitantes y hay un control extremo en cuanto a la cantidad de calorías o macronutrientes y dejan fuera del panorama cualquier “gustito” que nos podríamos dar. Pero, se han puesto a pensar ¿cómo afecta esto nuestra ansiedad o incluso nuestra vida social?
No educan, no nos enseñan a comer. ¿Qué pasa cuando terminamos el sistema? ¿Qué pasa cuando nuestra rutina cambia?
No nos enseñaron a manejar nuestra alimentación y es ahí donde recuperamos peso. Y no solo eso, sino que, al haber estado bajo un régimen estricto, probablemente haya un efecto rebote.
No hay dieta igual que le funcione a todo el mundo. Cada persona es un universo distinto y lo más importante es que el método que se elija se adapte a cada momento de nuestra vida y sea viable a largo plazo. Que lo entendamos y logremos manejar para que nos empoderemos en cuanto a nuestra alimentación.
Un plan de alimentación debe ser personalizado, tomando en cuenta desde los gustos y preferencias del paciente, hasta su condición de salud; para en base a ello poder determinar el requerimiento calórico y luego la distribución de los macronutrientes. Una vez esto esté hecho, se determinan las cantidades a consumir de cada alimento y cómo estará distribuido a lo largo del día. Un plan de alimentación toma tiempo prepararlo, no es una plantilla. Debemos investigar sobre cada caso para poder brindar las recomendaciones adecuadas de manera individualizada.
Como nutricionista, es mi trabajo educar y explicarle al paciente brindándole respuestas claras. Mi meta, es que se sientan libres disfrutando de una alimentación sana sin restricciones.
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